lunes, 9 de enero de 2017

¡Y llegó 2017!

Hace unos días me contaba ella misma, alguien muy normal y correcta, su comienzo de día de año nuevo. Tampoco es para asustarse, ni mucho menos, pero me hizo mucha gracia, sobre todo su forma de contar su "maquiavélica" acción. 
Es fiel seguidora del Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, concierto que se retransmiste por la televisión desde hace años. 
Ella se prepara puntual para verlo a un volumen, digamos, normal. Pero según va pasando la mañana (el concierto tiene una duración de alrededor de dos horas y media), ese volumen va subiendo, subiendo, subiendo... y ya cuando llega la Marcha Radetzky, deben de temblar hasta los cristales de las ventanas.
Eso sí, en el momento que termina, se apaga la tele, y aquí paz y después gloria. 
Nunca se ha quejado ningún vecino y eso que si el volumen cotidiano de su aparato está entre 6 u 8, ese día debe de llevarlo hasta el 40. Y así contaba felizmente su azaña.
Realmente es una manera magnífica de empezar el año, al menos si no puedes asistir en directo. Porque para eso es necesario que la suerte, como la de la lotería, se ponga de tu parte. Todas las peticiones para conseguir una entrada se someten a un riguroso sorteo. 
Pues, para consolarse, al menos tenemos la televisión.
Y por cierto...el cestillo os desea ¡Feliz Año Nuevo! y si no tuvisteis la oportunidad de hacerlo el día 1, debajo podéis ver algún fragmento. Por cierto, este año el director fue Gustavo Dudamel, el más joven que lo ha dirigido hasta ahora a lo largo de su historia.


 (Se recomienda a todo volumen por poneros en situación😉)

Publicado por Alicia Hierro



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